Sí, mexicanos en la capital hay muchos. Pero… ¿auténticos? No tantos.
Aún sigo entusiasmada con mi última visita a este local donde en su día estuvo ubicado México Lindo, el primer restaurante mexicano de la capital. Ahora, la esencia de la gastronomía mexicana tiene nombre propio y se llama Iztac.
Nacho Oropeza es el chef encargado de diseñar la carta y las propuestas gastronómicas del restaurante. La idea fundamental es recoger los sabores, texturas y, en definitiva, productos más genuinos de la cocina azteca para goce y disfrute del comensal español.
Comenzamos con un aperitivo del mar, con chile verde y camote. Receta típica de la costa de Nayarit, también conocido como el tesoro del Pacífico Mexicano.
Así que la clave, como comentaba está en el color y el sabor. Un recorrido por todo el país, desde el noroeste en Baja California hasta el suroeste en Quintana Roo. Una amplísima oferta que Oropeza sintetiza extraordinariamente bien en sus creaciones.
Sublime la decoración firmada por Lourdes Treviño Quirós, de FreeHand Arquitectura. Un local absolutamente elegante, con las piezas justas y exquisitamente seleccionadas. Destaca la madera, que aporta una agradable sensación de calidez y llama la atención sobremanera su impecable iluminación.
Gabriel Moreno es el artista que se ha encargado de realizar los lienzos en honor al Popo y el Iztac, los dos volcanes que se pueden observar desde la Ciudad de México.
Sorprende la entrada al local con miles de botellas de Corona que penden del techo. Hace de la barra un espacio ideal para comenzar tanto un distendido aperitivo antes del almuerzo como un agradable cóctel para concluir una sobresaliente velada. No te pierdas su margarita. Cuentan además con una buena oferta de mezcal.
En la carta destacan entrantes como el guacamole, los molotes (quesadillas fritas), el queso ranchero y el Aguachile Negro de Gambas. Se maceran las gambas con zumo de limas y con los sabores Yucatecos del recado negro que va acompañado de pepino, cebolla morada y brotes de cilantro.
Estas enfrijoladas, típicas en las mañanas mexicanas, son otro must de la casa. Para su elaboración se licúan los frijoles, un poco de tortilla, rellena de chorizo en este caso para resaltar el mestizaje. Se añade queso crema y salsa de aguacate.
En cuanto a los principales, destaca su producto de primera calidad como estas gambas. Además cabe mencionar su pulpo frito, perdices en Mancha Manteles, pesca a la Veracruzana, la carne Tampiqueña y, cómo no, exquisitas enchiladas y tacos de lechón o de pescado.
Pero lo que quiero destacar es que ahora, en la época invernal en México elaboran el pozole que se podría comparar (salvando las diferencias, que son muchas) con nuestro cocido.
Se elabora con maíz cacahuazintle al que, según la zona del país azteca en la que se prepare, se añaden unos u otros ingredientes. En la receta se aprovechan los ingredientes que se tengan disponibles, bien sea cerdo o pollo.
También hay pozoles blancos, rojos (elaborados con tomate) y verdes (aderezados con tomatillo verde y chiles). En las zonas costeras incluso se prepara con diferentes pescados.
Habitualmente el maíz, la carne y el caldo se presentan en un plato hondo y en un plato aparte se sirve repollo en juliana, chile piquín en polvo, orégano, cebolla y rábanos y cada uno se sirve según su gusto.
Se acompaña de una tortilla bien frita o asada en el horno para que quede bien crujiente. Un plato sabroso y contundente ideal para los meses más fríos.
Tienen una variada oferta de postres como la pirámide de chocolate y tequila o el Trópico del Caribe (bizcocho de plátano y mousse de mango y maracuyá). Todos ellos dignos de probar, pero te voy a recomendar dos que son para quitarse el sombrero. El Canutillo de nogada es el primero de ellos. Te recordará a las clásicas cañas de crema pastelera. Este canutillo crujiente, de trigo con azúcar, relleno de nata cremosa, queso de cabra y nuez Castilla es una auténtica delicia. Se baña en salsa de Jerez y se acompaña de compota de frutas.
El otro postre imprescindible es el buñuelo con mousse de guayaba y miel de piloncillo sobre una crujiente masa de trigo rebozada en azúcar y acompañado de compota de frutos rojos. ¡Sobresaliente! Una combinación de texturas (mousse, helado, crujiente, frutas, coulis) altamente adictiva y que se remata con una sublime explosión de sabores.
Un poco de historia:
Iztac debe su nombre a la leyenda de los amantes Iztaccíhuatl y Popocatépetl. Se trata de una historia de amor ambientada en el Imperio Azteca y que narra la tragedia de estos dos enamorados.
Dominado el valle de México por los aztecas, varios pueblos vecinos, cansados de pagar el tributo obligatorio, deciden luchar por su libertad. Uno de ellos, el cacique de los tlaxcaltecas, padre de la joven y bella protagonista, Iztaccíhuatl, depositó su confianza en el joven guerrero prometido de su hija, Popocatépetl, para liderar su pueblo.
Popocatépetl parte a la batalla con la promesa de tomar la mano de Iztaccíhuatl si regresaba victorioso de la batalla. Al poco tiempo, un rival del joven, celoso del amor que ambos se profesan, confiesa a Iztaccíhuatl que su amado había muerto durante el combate.
Abatida por la tristeza y sin saber que era mentira, Iztaccíhuatl muere. Un hecho que Popocatépetl desconoce hasta su regreso. Entristecido por la noticia, decide honrar su amor y manda construir una gran tumba ante el sol amontonando diez cerros formando una montaña.
En brazos carga el cuerpo de su enamorada hasta la cima. Una vez allí, el joven lo recostó sobre el suelo y le dio un beso. Con una antorcha en la mano se arrodilla junto a su amada y desde entonces permanecen juntos uno frente al otro.
Con el paso del tiempo y con la nieve cubriendo sus cuerpos, los jóvenes se convierten en dos grandes volcanes que seguirán así hasta el fin del mundo. La leyenda añade que cada vez que Popocatépetl se acuerda de Iztaccíhuatl el volcán arroja cenizas, en un símil a la pasión eterna de su antorcha echando humo.